Nos lo han repetido hasta la saciedad, la humanidad ha de enfrentarse, más pronto que tarde, a su desafío más importante hasta la fecha: el sostenible. Este desafío implica cambios en los métodos de producción, en los materiales, en la movilidad y en el estilo de vida. Incluso le han puesto fecha y, al paso que vamos, se calcula que el año 2050 será el punto de no retorno. Se guardará la partida y ya no podremos arrepentirnos de las acciones que no hicimos.
De todo podemos sacar algo de positivo y que nos hayan dado una fecha significa que aún no estamos en 2050. Significa que aún podemos plantarle cara a este reto.

Calentamiento global, efecto invernadero, cambio climático… son términos que, como ya he dicho, los medios de comunicación no han dejado de repetir en los últimos tiempos. Parece que han calado en la sociedad, solo hay que ver como en septiembre del 2019, se realizó el movimiento “Friday For Future” donde más de 20.000 personas marcharon en Barcelona y Madrid promoviendo un cambio en la sociedad, y en los políticos, para que tomasen decisiones a favor del freno del cambio climático.
Tampoco se paran de ver titulares con referencias a los cambios de hábitos de consumo de la sociedad:
- 7 de cada 10 consumidores online quiere que los embalajes sean sostenibles, y el 30% pagaría más por ello (Marketing Directo, 2021)
- La percepción de las marcas puede mejorar hasta en un 13% cuando hablan de sostenibilidad en redes sociales (Marketing Directo, 2020)
- El 85 % de los consumidores pagarían más por productos sostenibles (Puro Marketing, 2020)
Ser sostenible
Efectivamente, parece que ha nacido un consumidor verde y que la palabra SOSTENIBILIDAD está de moda. Compramos ropa realizada con materiales reciclados, consumimos alimentos de kilómetro cero, usamos cosméticos 100% naturales y hemos sustituido muchos de nuestros productos higiénicos por otros más eco-friendly, como cepillos de bambú, champús sólidos y la copa menstrual.
Lamentablemente, siento deciros que ser sostenible no es llevar puesta una camiseta sostenible. Es el modelo económico lo que se debe de cambiar.

Nuestra cultura consumista prevalece por encima de nuestra preocupación por el medio ambiente. Sí, compramos productos ecológicos, pero seguimos comprando más de lo que necesitamos. El consumo excesivo de recursos es una de las principales amenazas para la naturaleza. Está bien adquirir productos ecológicos, pero debemos apostar por un consumo más reducido si de verdad queremos cuidar el medio ambiente.

Como consumidores estamos habituados a un modelo de economía lineal en el que compramos un producto, lo usamos y lo desechamos, ya sea porque ha dejado de cubrir nuestra necesidad o simplemente porque queremos algo que cubrirá nuestra necesidad mucho mejor. En palabras más simples, en cuanto nuestro smartphone deja de funcionar decentemente, optamos antes por la compra de uno nuevo que por la reparación de este.

El paso que realmente generará el cambio será dar paso a la economía circular. Apostaremos por reparar los objetos antes de adquirir otros nuevos, y evitaremos comprar productos innecesarios. Sino difícilmente aplacaremos el grave problema al que nos enfrentamos para frenar el deterioro del medio ambiente.
Ojo, que todo este peso no cae solo en los consumidores, son las empresas las que tienen que empezar a replantearse los productos y servicios que ofrecen. Tienen que asegurarse de que todo lo que creen se pueda regenerar, reciclar y rehusar.
Muy pronto ser una empresa sostenible no será un valor diferencial, será algo obligatorio, pero de esto hablaremos otro día.
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